Tuesday, February 17, 2009

La mujer desnuda y el hombre no-reactivo

La sexualidad es una actividad natural presente de una manea no tan discontinua en las actividades existenciales de todas las formas animales de vida. Está vinculado a sus órganos de reproducción y al hecho de la perpetuación de cada especie. La humana es la única que ha conseguido parcialmente desvincularla de sus consecuencias reproductivas. Para eso ha tenido que liberarse de las ideologías religiosas o políticas de su control dando trato a las mujeres como parteras de fuerza de trabajo potencial para el estado. Todavía quedan secuelas de las antiguas influencias y hay quien aún ve en el sexo únicamente un recurso para servir a la iglesia o al poder no permitiéndose ningún gozo en su práctica.
En el campo de las relaciones heterosexuales el hombre testosterónico es considerado como un individuo que sigue a su pene ante la estimulación sensual. Existe una creencia generalizada que asigna a los varones mayores necesidades sexuales que a las mujeres. Eso ha llevado a suponer roles de actividad-pasividad tácitamente consensuados. Los unos están por la propuesta, la conquista, la iniciativa, la persistencia; las otras, por la reserva, la espera, la receptividad, la conclusión. En general los hombres proponen pero las mujeres deciden, los hombres siempre están a punto pero las mujeres no lo están tanto. Los hombres son evidentes las mujeres son sutiles.
Hay detrás una larga tradición de psicología relacional entre los unos y los otros con funciones sociales perfectamente definidas y con actitudes personales inherentes. Décadas de feminismo y nuevas legislaciones en la igualdad de derechos a los dos sexos no han cambiado la intrínseca disposición psicológica de los roles. Del hombre, se diga lo que se diga, se espera de él la fuerza, la protección, la dirección. En la literatura de las dictaduras es el cabeza de familia, el jefe de estado en miniatura que se encarga de las decisiones más importantes. También es el que tradicionalmente aportaba más dinero a casa, más fuerza física y más control de la situación.
En la intimidad es quien se supone que siempre está dispuesto para el juego amoroso y para descargar su eyaculación en el cuerpo de su pareja. En la escena pública es el que se le supone que cumple con su rol asignado como protector de su familia y como buen compañero de cama y buen amante de las situaciones que le surjan. Durante siglos el hombre no ha podido hacer otra cosa que actuar de acuerdo con las previsiones para las situaciones de intimidad. Es alguien que no le es dado el derecho a decir no. El no deseo en él es siempre sospechoso de disfuncionalidad. El no deseo en el cuerpo femenino se acoge a la tolerancia, a la discreción y a los tabúes de las épocas. En innumerables situaciones de intimidad una mujer puede desconectarse en mitad de una copulación porque su mente la inhibe y el hombre tiene que calmarse y encajar aquella falta de acoplamiento. En otras situaciones en las que es un hombre el que pierde el deseo durante el proceso de excitación será tratado con alguna clase de dureza. Por lo general, la incomprensión ante la inhibición ajena ya es una forma solapada de castigo.
La cultura de oferta masiva pivota en torno a la frivolidad y a una interpretación dominante de las formas lúdicas que pasa por el consumo de lo sexual en todas sus variedades: las visuales, en las pantallas o escenarios, las tangibles: desde las light en zonas de flirt como las discotecas a las más compenetradas con las consumaciones de conquistas inequívocas. Se esperan los días y se va a los espacios netamente lúdicos con la idea presunta de ligar o de relacionarse en la intimidad. Un fin de semana sin relaciones sexuales puede ser tomado como un fracaso. Salir y no llevar a alguien o ser llevado por alguien a lo que será denominado el séptimo cielo, vía copulativa, podrá ser tomado como un fracaso. Los juegos de los placeres: desde las bebidas, las comidas, los petas y la coca esnifada –si lo son- hasta los paseos, los bailes, pasando por las conversaciones; esperan instintivamente sus coronaciones en la actividad sexual. Una buena parte de lo otro es un preparatorio dentro de una misma velada para ésta. De hecho lo explícitamente sexual se puede estar dando en el proceso previo, mientras se está en el cinematógrafo o en el teatro con una mano explorando los genitales de la amiga de al lado o durante el baile con una proximidad ínter corporal y unas manos en movimiento que no dejan equívocos. Aunque eso está latente y forma parte de las verdades en las relaciones humanas expresar netamente el deseo no siempre tiene buen recibo.
–notarías que el otro día te deseé mientras bailábamos –se me ocurrió decirle una vez a una chica sexy-
No, no noté nada –dijo ella no dándose por enterada de la evidencia de mi bulto bajo los pantalones y de su dureza apretada contra su pubis mientras nos movíamos en una pista de baile. ¿Falta de sensibilidad corporal de la chica o falta de sensibilidad comunicativa ante una declaración en estos términos?
A veces el deseo se deja en el lugar de que es pre-supuesto pero que no se confiesa ni se deja que sea declarado. Las palabras siguen asustando en muchas situaciones aunque su valor erotizante sea indiscutible. Hablar del deseo puede ser una forma de conseguir parte del placer de lo que pretende. Hablarlo también pasa por una auto revisión de las tendencias de sujeto que no tienen porque estar autorizadas por su ética personal ni piden permiso a su voluntad. El deseo puede expresarse ante alguien que éticamente sea deplorable o que la voluntad rechaza como persona. Esto hace pensar en el cuerpo-mente de un humano en conflicto consigo mismo, con distintos registros de actividad y de proyecciones.
Si bien el deseo expresado puede ser castrado (ignorarlo es una forma atenuada de castración) y los juegos de seducción han de irlo dosificando según los protocolos culturales, cuando el deseo no surge la falta de iniciativa que supone es cuestionada por la otra parte. Cuando el rol masculino inhibe su iniciativa o en particular no está a la altura de lo esperado el castigo desautorizándolo no tarda en salir. Al hombre como al solado se le supone que siempre ha de estar a punto, dispuesto para que funcionen sus vasos comunicantes internos, para el flujo de sangre suficiente hasta su pene y para la actividad propia de la acción sexual. Ha de ser una máquina poderosa a favor de la especie y de sus necesidades reproductivas aunque la pretensión no vaya más allá del goce corporal y de los orgasmos. Cuando un hombre no reacciona ante el cuerpo femenino desnudo toda esa teoría se viene abajo y surgen las sospechas. Mientras la mujer no reactiva puede ocultar su frigidez transitoria o estructural de muchas maneras, el hombre no reactivo tiene que rendirse a la evidencia de su impotencia. No importa que su pene sea de un tamaño u otro, su flacidez impedirá la compenetración. Esa pequeña parte de él concentrará toda su falta de energía del momento y lo pondrá en evidencia. Se demostrará como un impotente y ese calificativo pasará a formar parte de sus verdades. Los chistes correrán a su costa y la escena será material de comidillas. Posiblemente esa escena lo podría hundir si su culturización es tal que cae en la trampa de la ecuación siguiente: placer = copula o de esta otra sexo = potencia. El placer no empieza ni termina en lo sexual y el placer netamente sexual no empieza ni termina en el coito. Todo lo que le hace de contexto también forma parte de la excitación y de la resolución excitatoria. El pene contiene y mantiene tanta más sangre cuanto mas deseable es el cuerpo fémino en todas sus partes si completan, cuando lo completan, el parámetro de excitación. Su desnudez y su disposición no son suficientes para el acto sexual cuando el pretendiente necesita mayor estimulación o cuando las partes estimulantes de lo que percibe quedan reducidas por las partes que lo enfrían. En esencia el cuerpo reactivo es el resultado de una operación que hace el inconsciente. En un mecanismo difícil de contener el cuerpo reacciona sensorialmente ante las caricias externas o ante la estimulación perceptiva. Con la edad se van aprendiendo los protocolos que educan esa respuesta. Y con el principio de la senilidad hay una pérdida del deseo o dicho de otra manera: lo que antes resultaba deseable deja de serlo. Para la actividad erótica concurren otros factores además del parámetro estimulativo. Se puede estar no especialmente invitado al ejercicio sexual ante un objeto seductivo. Depende de la conexión entre ambas realidades subjetivas que va más allá de lo puramente corporal. Es así que se pueden compartir situaciones de alta sensualidad sin que haya erogenización o que ésta se reconduzca para otros momentos.
El hombre reactivo, entiéndase el hombre con el pene erecto y con los gestos propios del amador, ante la mujer desnuda que se le entrega es una escena que responde más a un mecanismo de funcionamiento inconsciente que a una deliberación. De hecho el cuerpo puede decidir hacer algo que la mente no autoriza y el sujeto se debate entre el placer y su deseo de una parte y la conveniencia o no de compartirlo con quien está compartiéndolo. Esta división de planteamientos es una constante clásica.
La figura femenina que rehúye o se resiste ante la invitación sexual masculina o decir interrumpir una relación a la mitad de su ejercicio o que no entra en ella tiene mejor cartel que la del hombre que hace otro tanto. Ante la mujer puntualmente deslibidinizada al hombre le toca poner la comprensión y tranquilizarse, ante el hombre puntualmente deslibidinizado la mujer puede tener serias dudas sobre su propio valor excitante. Posiblemente reaccionará con el enfado cuando no con un sentimiento de herida en su narcisismo femenino. Sin embargo, en el protocolo sexual entre un hombre y una mujer, y a todas las edades es una escena ya clásica, la de ella, siendo comprensiva con el gatillazo de él, el cual puede haber sido víctima de sus preocupaciones. Son situaciones en las que el inconsciente puede jugar una mala pasada al cuerpo. Lo mismo que si de un actor se tratara que durante una representación tuviera un lapsus de olvido de su papel. No es que no lo tenga aprendido o no lo sepa, sólo en ese momento le falla la memoria. También en determinados momentos falla el cuerpo o falla más concretamente el pene y el resto de la situación queda atravesada y desmontada por este hecho. Hay recursos para remontarlo. El sexo oral o táctil puede intentar remediar la situación e incluso disimularla sin que la partner se entere pero cuando la excitación también desmovilizan la lengua y los deseos el estado de la cuestión es la de un cuerpo globalmente bloqueado. Los prolegómenos anteriores a una relación de cortejo: durante el baile, el paseo o la cena ya dan indicios suficientes de si el encuentro puede ser totalmente sintónico o no. Aceptar la invitación de terminar la velada en la misma cama para hacer el amor (no para ver la tele o dormir o seguir la conversación) cuando no se está completamente seguro del propio cuerpo porque tampoco se está seguro de quien te invita es, posiblemente, meterse en una coyuntura que puede resultar complicada. Lo único que va a salvar la situación es tratar de naturalizar cualquier pérdida de rol. Por otra parte ir con un rol supuesto o injertado por encima de la realidad personal va en contra de la libertad de sujeto que la supedita a lo esperable sociológicamente de él o ella. No hay que ir con apriorismos a las citas y todo guión previo para ellas por excitante que pueda ser puede muy bien chocar con los límites que impone la realidad. No se trata de pasar nunca por lo que no se es, aunque la pureza de ese criterio choca contra las necesidades adaptativas a la situación y al otro como su figura central. No todas las adaptaciones son posibles ni correctas. La teoría del dandismo de Charles Baudelaire, según Eroditi, le exigía que como dandy horrorizase a la mujer que deseaba dominar, o a eso apuntarían sus escándalos como pederasta insinuante ante sus amigas, el día que se sintiera desamparado por el casamiento de su madre en segundas nupcias. La teoría de la seducción según no pocos es la de aparentar una fuerza o una potencia para toda situación y momento. El hombre que se enorgullece de que siempre tiene el deseo a punto y que no repara en quien, es una especie de máquina incondicional de follar. Algo insostenible para cualquier otro campo de actividad humana. Raramente el lector lo lee todo (hay campos en los que no entrar), el deportista hace todos los deportes, o el gourmet acepta todas las viandas. La capacidad de selección forma parte de las propiedades distintivas del ser humano. Esto también se extiende a los compañeros y compañeras de juegos sensuales. Otro asunto es que el repertorio escaso de contactos interactivos de intimidad con los demás le haga creer en el falso espejismo de que todo otro es deseable. Basta mirar a los ojos y a los cuerpos de los demás en un espacio público heterogéneo para advertir que el porcentaje de cuerpos mirados con mirada de deseos puede tender a bajo.

La prostitución rehabilitada

La cultura de las buenas costumbres y moral impecable se consolida tras unas cuantas ideas férreas por lo que hace al manejo de la sexualidad. La masturbación está mal vista, el incesto es tabú, la homosexualidad es penalizada, la iniciación sexual antes de cierta edad es considerada pederastia y, por si fuera poco, hablar de lo sexual no está siempre bien visto, aunque la circulación de los chistes verdes sea intensa y la pornografía no deje de ser una industria pujante. Quienes se profesionalizan en ella como medio de vida son personas mal vistas por el resto de la sociedad. A menudo las mujeres se han encontrado con la tesitura de no tener más que su cuerpo que ofrecer para sobrevivir. Hay toda una cultura de la mujer que se presta a proporcionar placeres a sus solicitantes, generalmente masculinos. Se ha dicho de la prostitución que es el oficio más antiguo de la historia, lo que sí resulta fácil de demostrar es que una actividad que no necesita productos extra para ser practicada. El cuerpo en si mismo puede ser objeto de deseo. No necesita i siquiera ser exhibido para que haya un deseante que lo quiera para el placer. El mudo de la prostitución ha sido retratado y sigue siéndolo por todos los ángulos posibles. El lenguaje lesivo no para de prodigarse con palabras que lo evocan tan pronto alguien, en particular las mujeres, salen de las costumbres establecidas. Incluso en las discusiones entre parejas jóvenes por desavenencias convivenciales o porque ella tiene otras relaciones fuera del estrecho marco del dueto se pasa rápido al uso de la palabra puta, como uno de los insultos más graves. Otro de los peores insultos para definir las malas artes en la actuación de alguien es que hace putadas o hijoputadas, como si todos los hijos de las prostitutas tuvieran que ser mala gente, o todas las actividades de las putas fueran malintencionadas. No dudo que los submundos y marginación en el que se ha solido mover tal profesión ha ido vinculado a tratos conflictivos, a traiciones abiertas, a faltas de palabras dadas o a robos. (Clienteé una sola vez con una prostituta en Asunción. Mientras me estaba felando trató de sacar los billetes de mi cartera). Habría que hilar muy fino y hacer estudios comparativos para comprobar si los códigos de las putas son menos éticos que los códigos de otras profesiones. Recuerdo que al principio de reflexionar sobre la prostitución como una casi constante antropológica una de las primeras evidencias es que uno de sus atributos principales (el de ofrecer el cuerpo y la intimidad sexual a cambio de dinero) no esta/ba tan lejos de otras profesiones asalariadas, en las que el empleado ofrece su tiempo para una actividad mandada a cambio de dinero. Si examináramos este punto al detall es posible que otros oficios que pasan por socialmente correctos sean más innobles que el de prostituirse.

La prostitución ha sido ligada a la excrecencia social, a lo peor, a la chusma, a los inadaptados, a los viciosos, a los enfermos del alma, a, los solitarios, a los faltos de todo, a las áreas exclusas sin embargo hay una prostitución histórico que estuvo ligada a los templos, a la sexualidad sagrada y algunos códigos enviaban a todas las mujeres a hacer el amor con desconocidos. De la prostitución hay muy mala prensa por lso focos de contaminación que supone y sobre todo por una relación exclusivamente mercantil con alguien accediendo a sus secretos corpóreos para beneficiarse de ellos y punto.

Desde la posición practicante muchas mujeres que hacen este trabajo y que así lo entienden sin alcanzar ninguna clase de sentimentalidad con quien es se toca el problema mayor no es el de la pluralidad de la que participan sino la falta de placer que acarrean. De una prostituta la menor discusión que le haría es si se relaciona con miles de clientes a lo largo de su vida profesional, si no si eso lo hace sin experimentar ningún placer por su parte y su único móvil es el dinero. Pero esa misma discusión se la haría a cualquier otro profesional que hace su oficio por supervivencia y no por identificación o gusto. Hay problemas propios del oficio, aguantar una clientela insoportable o maloliente o violenta. No pocas veces las putas son las víctimas propiciatorias de clientes tarados que descargan en ellas lo que no se atreven a hacer con otras personas de su ambiente. Los perfiles de la clientela proporcionan distintas clases de sujetos faltos de lo que buscan o lo que piden. Una prostituta presta el escenario ideal para juegos fantásticos que la gente más corriente viene imaginando pero no se atreve a plantear nunca. Hay quien se ha iniciado a la vida sexual adulta (entendida como completa, con copulaciones) con prostitutas. Una prostituta es/sería por su condición de profesional del sexo la experta para conocerlo y practicarlo todo. No es así. Una vez sondeé por teléfono algunos anuncios de prostitutas solicitado expresamente la copula anal, algunas me contestaron con cajas destempladas considerando que esto era guarradas. La escena tópica de u cliente que sigue a una puta con la que ha hecho un acuerdo en la calle para ir a una habitación suele ser una escena tópica pero equívoca. Por lo general se pacta la copula vaginal y punto. Todo lo demás: la felatio, los besos, el encuentro anual ni siquiera es mencionado. No deja de ser una curiosidad. Donde debería tener más interés la profesión prostituta (tanto de las mujeres como de los hombres) es la de poder acceder a unas experiencias que la relación habitual con la partner o en casa ni siquiera puede ser expresada o ha sido cortada de llano. De la prostitución todavía hay muchos tabúes. La diferencia entre una mujer liberal que acepta irse a la cama con más de un hombre y con más de diez o de cien y tiene relaciones en paralelo con una puta es que esta cobraría por esa clase de citas. Desde el punto de vista del placer concreto ambas pueden conseguirlo por un igual, solo que una además lo factura. No creo que haya que pagar por practicar la sexualidad ya que es un intercambio de placeres y un encuentro con las intimidades mutuas. Por la misma razón que el cliente de una puta le paga esta debería pagarle a él. Lo que justifica que no sea asi es que ella le hace un servicio que a él le costará conseguir con otras mujeres. La prostitución como todo pasa por una ley simple de oferta y demanda.

El universo del deseo es muy sutil y aunque mucha gente busca esa cita íntima en la dimensión orgasmática se actúa como si siempre se prescindiera de eso. No es tan terrible tener que acudir a un barrio de prostitutas o a sus anuncios por periódico para conseguir los placeres que las relaciones habituales no proporcionan. El fenómeno de la prostitución es doblemente indicativo, tanto e el punto antes mencionado de quien recurre a ella como una manera extrema de conseguir dinero en situaciones que o hay o no se acepta desempeñar otros trabajos, como que existe porque la prostituta da lo que no da la novia remilgada. De una prostituta no le discutiría tanto serlo como no gozar con lo que hace. Al fin y al cabo su trabajo puede ser reconceptuado como terapeuta sexual. Hay una falsa idea de la vida oscura, dramática y amarga de ellas. Hay categorías, hay una prostitución de lujo que no se auto flagela culpabilizándose por lo que hace. Hay mujeres con muchos contactos copulativos en su vida y que toman distancia de todo ello sin vivirlo como drama ni como gran error biográfico. En su haber está el saber que han proporcionado miles de horas de placer a desconocidos a cambio de dinero sí pero también a cambio de su propia experiencia de lo que es el mundo de los demás.

Cualquiera que utilice la palabra puta para desacreditar a alguien no tendría el menor sentido que aplicarle cualquier otra palabra de cualquier otro oficio. Mientras la sociedad sea la que es la prostitución continuará existiendo. Mientras la cultura represiva demore la incorporación a la sexualidad adulta a tata gente la imaginación llevará a buscar los placeres donde sea. Mientras la sexualidad de pareja sea incompleta los partners tenderán a buscarla fuera de ella.

Los modelos sociales actuales con todo su canto al hedonismo no pienso que hayan superado formas antiguas de placeres avanzados donde las bacanales y las orgias de grupo permitían situaciones que actualmente apenas si van más allá del campo imaginario. Una sociedad progresista y liberal asumiría las necesidades de todos sus miembros no limitándolas a saciar el hambre, asegurar el techo o la escolarización, también enfrentaría las necesidades sexuales. No poca gente llega al crimen por no tenerlas resueltas. Detrás de la mortandad doméstica escalofriante, las violaciones callejeras están una absoluta falta de educación y de praxis sexual. Imaginemos por un momento la traspolación de un ejercicio antiguo: el de la prostitución sagrada en el templo readaptada como prostitución cívica en las que hombres y mujeres rotatoriamente asumieran un servicio público supervisado por la gestión de gobierno de una localidad a la que acudir para compañías eróticas puntuales. Esos substitutos de prostitutorios funcionando no por dinero sino a favor de la salud comunitaria podrían ser inscritos dentro de las políticas de prevención sanitaria. Periódicamente los ayuntamientos luchan por la eliminación de la prostitución reconociendo que ese es un fenómeno invencible por muchas redadas periódicas que hagan o muchos cercos en zonas que establezcan. En el fondo es una lucha perdida contra el derecho al placer. En los USA país de doble moral y de otros pliegos ridículos pueden detenerte por hacer el amor dentro de tu vehículo o por estar desudo dentro de él. La prostitución no solo no es eliminable sino que es un indicador de la desorganización social que necesita vías de escape a falta de una sexualidad colectiva más líbera.

El estatuto de la prostituta debería ser reconocido públicamente como el de una contributora al bienestar colectivo y lejos de criminalizarla se debería facilitar los espacios para su libre ejercicio. Lo mismo para los hombres que se prostituyen. En la actualidad la prostitución forma parte en la mayoría de casuísticas del submundo y la marginalidad. Hay una prostitución fina que no se distingue tanto por la cantidad de contactos como por su alto poder adquisitivo. Es el paquete de todo aquel submundo de macarras, traiciones, peleas y rivalidades territoriales lo que la degrada y afea quitándole su valor lúdico. Evidentemente no todo el mundo que llega a su ejercicio lo hace por libre voluntad. De hecho hay un mercado de prostitutas en el que se siguen chantajeando y explotado para que paguen deudas fraudulentas e impuestas, también familias que venden a sus hijas para condenarlas a esa atrocidad. No todas las prostituciones son iguales y hay culturas donde ha elaborado la exquisitez de algunas (las geishas) para demostrar que no era suficiente con prestar el cuerpo abierto al solicitante sino que era fundamental la compañía inteligente y culta.

Una curiosidad con la prostitución señalada negativamente es que no rescata su potencial de liberalidad y de pluralidad. La prostituta es la única persona que tiene dos o más relaciones solicitas que mantiene dos o más veces en paralelo sin que sus clientes entren en rivalidad entre ellos. En ese sentido ha conseguido/ consigue lo que en pocos escenarios de las relaciones humanas se consigue.

Thursday, February 12, 2009

Los qué-haceres


El impasse es una de las propiedades psicológicas de la crisis personal. Eso se traduce en un no saber por donde continúa la propia biografía. Toda la teoría del vacío se convierte en crisis de angustia y está en un estado de parálisis conductual cuando se trucan los haceres concretos que cumplían una función de placer o de supervivencia por la desidia, el no hacer o la confusión en su lugar. La verdad es que es difícil encontrar a alguien absolutamente negado al acto. La actividad es la otra gran propiedad de la vida. Vivir significa estar en acción. Algunos seres humanos se las arreglan para reducirla a la más pura nulidad y/o irrentabilidad. De todos modos, lo que uno no hace dese la volición, su cuerpo lo hace desde su sistema nervioso homeostático que a pesar de todas las dudas del consciente, lo mantiene respirando, con suficiente calor y energía para seguir representando su papel en el mundo, aunque sea un papel depresivo, autista o incluso catatónico.
Las personas se reparten mundialmente en sus quehaceres que es una forma de nombrar también los comportamientos. Hacer es actuar, lo que sea, donde y cuando sea. Hay dos clases de conductas: las libremente elegidas y las obligadas. Dentro de estas segundas, las hay que son biológicamente determinadas por razones subsistenciales y las hay que lo son socialmente impuestas por razones de servidumbre. La inmensa mayoría de quejas sociales vienen dadas por servidumbres indeseadas. Su alternativa es el trueque de la subordinación por el de sinergia o de cooperación. Alcanzar este tipo de vínculo requiere personalidades fuertes y decididas. En la vida hay gente que no responde nunca del todo a su pregunta de ¿Qué hacer? ¿Qué puedo hacer? circulando en torno a dudas y más dudas, en un escepticismo tan irrentable para sí mismo como para sus semejantes en general y sus vecinos. Claro que todo el mundo tiene derecho a sus periodos de crisis y vacilación antes de reencauzar su camino o encontrar cual es. Eso suena a místico pero aseguro que es algo absolutamente práctico y profano. Quien sepa qué hacer con sus días antes los disfrutará. Lo peor del vacío existencial no es su concepción filosóficamente a la que me adscribo fervientemente, sino su traducción en un tedio del no hacer permanente porque nada sirve de nada o el final de todo es el apocalipsis o la destrucción. Propongo tomar distancia de esta perspectiva de la fatalidad no porque no tenga su parte de razón sino porque no sirve para enfrentar la cotidianeidad desde el registro del placer.
Es cierto que todoas las cosas que se hacen, que hacemos, tienen el signo de su finitud antes de emprenderlas. Toda finalidad es finita, todo objetivo consigue unos resultados que desaparecen, todo hacer va a necesitar su rehacer. De acuerdo, todo esto es cierto pero la cita con la vida pide la inserción en un discurso continuamente repermanentizado y reactualizado. Un acto crucial no sirve para todos los actos posteriores que deben readaptarlo. No basta con comer una vez para siempre, tampoco hacer el amor una vez o escribir una sola vez. Se vuelve a todo: a los mismos platos, a las mismas compañías y cópulas, a los mismos temas.
La tesitura existencial humana tiene eso de trágico y de grande: hacer lo que sabe que va a perecer y qué el mismo como ser perecerá y a la vez tratar de hacerlo único o lo más perfecto posible. Vivir la vida desde una dinámica de quehaceres continuos, diarios, facilita más la vida que seguirla desde su total improvisación sin plantearse nada nuevo. Desde luego es tan lícita una opción como otra, ¡cuanta gente está vinculada a sus quehaceres diarios no porque les interese en lo más mínimo sino porque no se plantean una alternativa y su entorno les obliga a eso, o se creen obligados por su entorno a hacerlos!
El primer acto de libertad debe(ría) empezar por cada cual preguntándose sobre lo que quiere hacer con su vida y con sus días, que cosas está dispuesta a actuar y que otras no. En ese elemental ejercicio de hacer listas personales de sujeto descansaría toda una revolución del conocimiento y de la cultura, por supuesto de la economía y de la política. Cuanta más gente renunciara a poner en sus listas las actividades laborales y salariales que le disgustan mas se desmontaría en el tinglado de una sociedad basada en el comercio de lo innecesario y en la explotación salvaje de los recursos, incluidos los humanos. Se objetará que lo que le es permitido a una minoría como les enfants terribles de una sociedad (los artistas y los que se/nos apartan/mos de las demandas industriales y laborales dominantes) es posible en tanto que una mayoría de la población activa sigue aceptando pasar por el tubo haciendo sus trabajos ingratos o viviendo en barriadas masificadas. Es una impugnación demasiada rápida. Algo que no explica la economía (tampoco los ministerios del trabajo) es cómo es posible que el trabajo continúe siendo organizado de maneras tan ingratas y siga pautas de expolio y de indignidad en una era tecnológica en la que hay mas condiciones objetivas para el lujo y el goce de lo existente y menos necesidad de continuar reproduciendo y aumentando.
El futuro de la sociedad si es que tiene futuro es el de la vida artística. Dedicar la mayor parte del tiempo a la creación y el menor tiempo a las actividades de auto mantenimiento, producción energética y reacondicionamiento infraestructural. Lo que vale a escala de un individuo vale también para la escala social de cien o más millones de personas de un país. Ya es hora de que las personas se repersonalicen en sus deseos y abandonen sus despersonalizaciones como empleados ninguneados. La única revolución de masas pendiente es esa evolución de la mentalidad individuo a individuo renunciando a la ideología que le sojuzga y que reproducen como incautos sin darse cuenta.
Curiosamente la batalla victoriosa contra el trabajo asalariado no significa pasar de la actividad a la pereza sino de una actividad descalificadora o desalentadora a una actividad creativa. ¡Cuantos creantes se está perdiendo la historia porque dejaron de dibujar un día o dejaron de escribir o dejaron de pensar, porque alguien les dijo que no iban a vivir cómodamente con esa elección y que lo mejor era elegir un oficio seguro, con un contrato de por vida y una paga que les tapara las bocas y las ideas!
Hay muchos quehaceres que hacer. Cada cual tiene los suyos. Cuanto antes tarde en hacer su lista o en empezarlos más se demorará en terminarlos, esto aun seria secundario (todo el mundo muere sin terminar lo que quería hacer en su totalidad) pero al demorarse demorará también el recuentro consigo mismo y con los placeres del existir. Ejercicio de meditación: deja la agenda a un lado, no la consultes, deja tu mente en blanco y trata de sentir los deseos que te brotan de aquello que no has hecho. Enlístalos, cúmplelos a la primera oportunidad.
Imposible los deberes esperan. Los deberes es el nombre que se da a la actualidad a las facturas por pagar. En el círculo pantanoso el reo y el verdugo son la misma persona.
Los quehaceres del adulto no distintos a los del cabeza de familia acuciado por sus problemas de pagos y organización doméstica. No tienen nada que ver con los deberes de cuando era escolar que debía entregar al día en el colegio siguiente cumplimentados.
El único maestro exigente aquí es la conciencia del autodidacta no dispuesto a continuar haciendo el memo por cumplir con un rol que no eligió. En los quehaceres elegidos por uno mismo, el sujeto deviene soberano y autónomo, haciendo de su vida su gran proyecto y del mundo el escenario o el rumor de fondo y no al revés. Por esta vía cada sujeto podría devenir una estrella y dejar de ser una piedra satelizada en torno al foco gravitacional de una historia que le precedió. Tampoco hay que pensar que el estrellato pasa por las cámaras, antes bien tendrá a su debido momento su fugacidad lo mismo que la nebulosa en el espacio[1].
[1] Pedro Garcia Lario detectó la nebulosa a partir del finiquito de una estrella, con un comportamiento distinto al esperado. Orientaciones anomalas distintas.

Organización de despacho

El despacho -entiéndase también el estudio- es el lugar de trabajo de planning y también de dedicación intelectual. Puede ser el lugar de creación elaborativa o el de gestión. Sirve para recibir visitas y para prepararlas, el lugar donde se hacen y reciben llamada. E él suele haber como elementos indispensables una mesa y una butaca, desde hace un par de décadas al menos un ordenador, unas estanterías con archivadores físicos, dosieres, libros y memorándums. El despacho puede estar ubicado en el primer piso de una nave dentro de un polígono industrial, en un edificio de espacios alquilados para menesteres administrativos, puede estar en un apartamento utilizado exclusivamente para este menester o puede estar en una parte de la casa o de la propia vivienda. Ir al despacho es la denominación que se sigue empleando quienes su trabajo es de oficina desmarcándose de quienes ocupan los puestos de trabajo en la factoría o en el taller. Irónicamente hay quien ha llamado al bar habitual al que va a tomar copas o cervezas la oficina. He visto en alguna parte algún pub o bar de bebidas con este nombre. Quien trabaja en un despacho o se pasa al meso cinco días por semana encerrado bastantes horas por día en un uno puede contar las ventajas y los horrores del mismo. Los trabajadores de taller que bregan con máquinas ruidosas haciendo operaciones sucias no ocultaron algún tipo de desprecio a los empleados de cuello blanco que ocupaban las oficinas, estos tenían asientos aquellos trabajaban de pie, Los sindicalistas tenían problemas en diferenciar a que clase social pertenecían unos y a la que pertenecían otros. Cuando los obreros manuales ganaban lo mismo o más que los de oficias las dudas quedaron despejadas. Se decía que el trabajo influye en la conciencia social del empleado. Lo cierto es que en la época industrial sea cual sea el empleo que se tenga todos están concatenados dependiendo la eficacia mutua de los resultados de cada uno.
Pero el despacho es algo que también está fuera del orbe asalariado. En todos los sitios en los que he vivido siempre hubo un espacio dedicado a escritorio, a despacho o gaviete de trabajo donde leer, estudiar, escribir o realizar tareas relacionadas con la creación. Tener un espacio dedicado a estas funciones es importante pero tampoco es indispensable la ubicación física concreta. Cuando he estado de paso residiendo en un domicilio que no es el mío o que su superficie no permite tener una habitación-despacho, el salón puede permitir convertir una mesa en escritorio. Si la mesa es también la de la comida no quita ubicar la función de lo otro. He comido muchas veces en la mitad de una mesa que durante la mesa y después del ágape ha servido para el ordenador, las grabaciones, las lecturas o el despliegue de papeles. Lo ideal es tener un espacio para el trabajo intelectual pero de no tenerlo sigue siendo más importante tener claro el cumplimiento con la función pudiendo reciclar cualquier lugar para todo.
Es muy importante la organización de los recursos y de la inmediatez ambiental (la doméstica y la de despacho) ya que afecta directamente a la eficacia y a la rentabilidad de la energía. Es odioso ponerse a trabajar en algo, escribir un artículo o tratar de concentrarse en un retroelaborativo sin tener ordenados los papeles, el archivo o careciendo de lo elemental. La utilidad de un espacio viene dada por su organización. Cada detalle cuenta y en particular encontrar cada cosa en el momento en que se la necesita: desde una cita subrayada en un libro la nota de un email apuntada a la consulta de una noticia de un periódico o revista. Es distinta la configuración de un despacho dedicado a gestión a otro dedicado a creación elaborativa. La mayoría de los despachos se vertebra e toro a las tareas digestión y planificación. De ello se desprende órdenes y directivas que se transmite a través del teléfono, el fax o las personas que desfilan por él. Un despacho en el que escribir es substancialmente distinto. La mesa se puede llenar de libros y apuntes en lugar de pósits de citas o que apunten números de teléfono.
Un despacho en sentido estricto es u tablero de mandos que tiene entradas y salidas y un digestor. El digestor es el sujeto que elabora. Sus entradas pueden ser las bandejas físicas en las que depositar imputs; una para revistas, periódicos, folletos e infos de todo tipo, otra para las pequeñas notas, apuntes, recados y avisos. El valor de esas bandejas es el de la fluidez continua. Su totalidad debe(ría) estar vehiculada a la papelera del suelo tras revisar sus contenidos, aprovechar lo necesario, entresacar los datos concretos o leer en su extensión total o no cada cosa. Antiguamente me ocupaba mucho tiempo hacer recortes de prensa o guardar incluso la colección entera de una revista en cajas-proyecto a las que ya no acudía casi nunca para repasar. Todavía conservo una buena parte de ellas pero tienen más valor de reliquia museística o materiales testimoniales de época que no valor informativo o intelectivo. Actualmente mi criterio es otro, creo que el mejor destino que se le puede dar a una revista o a u periódico (la inmensa mayoría de ellos que están en circulación) es leerlos e su fecha de edición, extraerles lo útil tomando notas digitalizadas si es preciso y luego botarlo para que la materia prima del papel sea reciclada lo ates posible. Guardarlos para otros asuntos sine die que no se llegan a concretar es una forma de ocupar un volumen superfluo en las paredes. Otra cuestión son los libros pero no me extrañará que se llegue a una conclusión parecida a no muy largo plazo aunque en lugar de botarlos a la basura se puede poner en circulación o donarlos a bibliotecas que repotencien su uso de una forma más extensiva que lo que lo pueda hacer nunca una biblioteca particular.
Hay una tercera bandeja en el escritorio que puede hacer de expedición. Seria o es el lugar donde poner textos terminados, documentos ensobrados, cds grabados, que tienen el destino particularizado de entregárselos a alguien. Puesto que muchas cosas son enviadas por correo electrónico este espacio físico de envío se hace superfluo. En una época en que hacía pasar los textos originales por el soporte papel en forma de revista de divulgación eso era fundamental. Dediqué un espacio precioso de mi tiempo en detrimento del tiempo creativo a ese propagandismo. Aquello terminó pero todavía encuentro restos de ejemplares que quedaron arrinconados para cumplir ese rol. Actualmente ya no pongo textos inéditos en soporte de papel aunque si pongo creaciones originales en cds. Al darlos o regalarlos experimento una cierta impostura al presentir que condiciono a quien le doy el regalo para que sea oído o escuchado. Bueno eso siempre fue así. Es lo mismo que cuando regalaba un audio de jazz o un foulard. Esperas que a quien se lo das lo escuche o se lo ponga y te comente algo.
Me paso la mayor parte de mi vida en un despacho, el que sea y donde sea (redefiniéndolo como cualquier lugar que permita el trabajo de agenda o el trabajo creativo). Todo lo que se necesita es el ensimismamiento y las condiciones para la concentración poniéndose a salvo de ruidos y de interferencias, también de socios o amistades que irrumpen con su demanda de atención. Lo ideal es tener un gabinete con un don’ t disturb colgado en la puerta y ajustarse más o menos a un horario diario intocable. No es tan importante el horario dedicado como la función cumplida. Ir al despacho es solo un ritual para cumplir con lo de cada día: escribir, gestionar, planificar o preparar. El digestor en el despacho suele ser la agenda, el ordenador o la computación cerebral del sujeto. Externamente lo que hace o deja de hacer es un misterio para el observador que no acierta a entender su pasión creativa o ejecutiva. Simplemente verá una invariabilidad en el gesto comportamental. No deja de ser una paradoja para el sujeto de escritorio viajar por el mundo o incorporar las experiencias de él desde la exigüidad de su espacio volumétrico. El despacho es al planning lo que la realidad es a la eclosión de variables que son destiladas desde el ejercicio de intelección que se haga desde aquél. Simbólicamente el despacho es la pequeña urna o el batiscafo desde el que bucear por los rincones mundanos o por aquellos que ocupan el iteres como sector de dedicación. Reactualizar los criterios clásicos de tener un espacio para cada objeto y cada objeto con su función clara y fácilmente localizable en el momento en que se necesita es la mayor garantía para la rentabilidad profesional. El despacho ideal es el que tiene una mesa diáfana sin nada encima, salvo la foto de los seres queridos y una platita que ponga el color verde y una flor, pero esa es una imagen poco representativa de un trabajo de verdad que requiere la consulta continua de textos y documentos. Inevitablemente el trabajo pasa por el trasiego de datos. Sea cual sea la intensidad productiva de un día al final la mesa ha de quedar en condiciones para poder seguir trabajado al día siguiente o incluso poderla compartir o prestar a quien la necesite sin temor a que altere su organización si todo esta correctamente colocado. El caos de los objetos, en el sentido del desorden a una cuota que supera al desordenado no le facilita la vida y lo frustra cada vez que necesita algo y no puede encontrarlo. El criterio de un tipo de orden u otro termina por ser una máxima inviolable.